Vaya por delante que intenté leer La broma infinita, que
de hecho conseguí llegar hasta la página 200 más o menos y que a ratos me
entusiasmó. Pero era un verano, y entre resaca y resaca, el calor y otras cosas
lo fui dejando. Así que me acerqué a Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer con algún prejuicio, temeroso de encontrarme cientos de notas
a pie de página, personajes secundarios que aparecen y desaparecen y demás
parafernalia post-post moderna. Por eso adquirí la edición de bolsillo que
cuenta con un único reportaje, el que da título al volumen. Pero no, es un libro
deliciosamente irónico, un ejercicio de periodismo interesantísimo, escrito con
toda la claridad y horizontalidad de la que la prosa en inglés norteamericano
es capaz. DFW consigue crear esa vuelta de tuerca, ponerse en la piel del
confiado cliente de uno de estos cruceros, hacer como te que lo pasas bien,
intentar seguir todos los consejos para divertirte que te pueden dar en un
viaje organizado. He reído, me he avergonzado de ciertas situaciones y sobre
todo he disfrutado, he vuelto a conseguir viajar con un libro, que no es poco. Un consejo: después de leer Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer se debería leer Las correcciones de su amigo Jonathan
Franzen, las similitudes son importantes.